Por Aurelio García del Barrio, director del Global MBA con especialización en Finanzas.
Fue en septiembre de 1987 cuando Donald Trump, en una entrevista en la CNN con Larry King, comenzó a hablar de los aranceles. En 1990, era un empresario con problemas financieros. Sus negocios inmobiliarios estaban apalancados, el mercado de bienes raíces atravesaba una crisis y necesitaba liquidez desesperadamente. Fue en ese contexto que decidió viajar a Japón, para convencer a los bancos japoneses de que financiaran sus proyectos, pero el plan fracasó. Y ese fue el detonante. Comenzó una batalla contra Japón. Ahora, casi 40 años después, todo aquello que promulgaba en materia arancelaria, se hace realidad.
La carta de Trump a Santa Claus incluye: equilibrar el abultadísimo déficit comercial de Estados Unidos, reducir la inflación, estimular el crecimiento del PIB, el empleo y la producción, bajar los tipos de interés, tener un dólar débil que le facilite las exportaciones, y reducir su deuda. ¡Casi nada! Y la apuesta es todo al rojo… aranceles para todos, como si con ello hubiera encontrado la piedra filosofal.
En su descargo hay que decir que, bajo el liderazgo incontestable de Estados Unidos, tras la Segunda Guerra Mundial, se erigió la actual arquitectura de gobernanza mundial, lo que se conoce como el orden internacional liberal: un conjunto de reglas y valores materializados en una serie de instituciones cuyo fin último era garantizar la estabilidad macroeconómica a nivel global. Así, se crearon un conjunto de organismos económicos y financieros (el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, el GATT, antecesor de la actual Organización Mundial del Comercio, o el embrión de la futura OCDE).
Ahora, toda esta arquitectura institucional está siendo cuestionada. ¿Y por quién? Paradójicamente, por el socio fundador, Estados Unidos. Bajo el lema de America first, la actual Administración estadounidense ha emprendido lo que parece ser un profundo replanteamiento del orden liberal mundial: si, hasta la fecha, el enfoque estratégico internacional de Estados Unidos era multilateral y se basaba en el cumplimiento de reglas, ahora parece pretender establecer una filosofía bilateral, que analiza cada caso bajo una perspectiva coste-beneficio (económica, pero también política).
Desde el mismo arranque de la nueva Administración, Estados Unidos se ha autoexcluido del Acuerdo de París sobre el cambio climático, y ha puesto en duda, si no la propia OTAN, sí su compromiso militar y financiero con la alianza. Además, ha cuestionado la Organización Mundial del Comercio y va a abandonar la OMS en 2026.
Los aranceles incrementan el precio de los bienes importados por encima del precio mundial en el importe del impuesto. Un arancel reduce la cantidad de importaciones y mueve el mercado interno en dirección al equilibrio sin comercio internacional.
¿Quién gana y pierde con los aranceles?
GANADORES
- Productores Domésticos: Por aumento del excedente del productor, pero siempre y cuando, los productores domésticos, no importen insumos gravados con aranceles.
- Gobierno: Por el cobro del impuesto.
PERDEDORES
- Consumidores: El incremento en el precio interno tanto de los bienes importados como de los sustitutos nacionales reduce el excedente del consumidor en el mercado, y además, se produce una inflación importada.
- ‘Pérdida en peso muerto’: El efecto de bienestar agregado para el país se encuentra sumando las ganancias y pérdidas a consumidores, productores y gobierno. El efecto neto consta de dos componentes, una pérdida negativa de eficiencia de producción y una pérdida negativa de eficiencia de consumo. Las dos pérdidas juntas se denominan típicamente pérdidas de peso muerto. Los consumidores de Estados Unidos podrían ver cómo su gasto podría aumentar en unos 2.400 dólares anuales debido a los aranceles. Y, sobre la inflación, esta podría crecer en Estados Unidos hasta el 4% (de un 2,5% en escenario base).
Cuando Trump impuso aranceles a China durante su primer mandato, la mayor parte de esos costes repercutieron en los consumidores, un escenario que probablemente se repita una vez más. Eso podría significar precios más altos en los supermercados, concesionarios de automóviles, gasolineras, etc. Algunas industrias del país vieron crecimiento, sin embargo, el número de empleos en la industria manufacturera cayó de manera leve, de 12,4 millones a 12,2 millones.
El peso de la industria manufacturera en Estados Unidos es de un 17,6% del PIB y emplea al 19% de la población activa, siendo una economía de servicios, donde el sector terciario representa más de tres cuartas partes del PIB (76,4%) y emplea al 79% de la mano de obra del país.
El déficit comercial de Estados Unidos es de 1,2 billones de dólares, entre los que se pueden destacar:
- China: 260.000 millones.
- Canadá: 55.000 millones.
- México: 157.000 millones.
- UE: 214.000 millones.
Este abultado déficit comercial es resultado de múltiples factores que no siempre juegan en contra de Estados Unidos. Entre ellos se incluyen la fortaleza del dólar como moneda de reserva mundial, lo que hace que las importaciones parezcan relativamente baratas para los consumidores estadounidenses, mientras que sus exportaciones son más caras en los mercados extranjeros, lo que incrementa el déficit comercial.
El petróleo es otro de los principales factores detrás de los desequilibrios comerciales de Estados Unidos con varios países, incluido Canadá, y también los productos farmacéuticos, que Estados Unidos importa mayoritariamente de Europa.
Los objetivos de los aranceles, en teoría, son recaudar suficiente dinero para poder bajar el resto de impuestos, impulsar la industria nacional y trasladar los costes a los países extranjeros, de forma que no produzcan inflación.
Argumentos del Gobierno Trump
Para conceptualizar los aranceles recíprocos, se calcularon las tasas arancelarias que llevarían los déficits comerciales bilaterales a cero. Si bien los modelos de comercio internacional generalmente suponen que el comercio se equilibrará con el tiempo, Estados Unidos ha incurrido en déficits persistentes en cuenta corriente durante cinco décadas, lo que indica que la premisa central de la mayoría de los modelos comerciales es incorrecta.
En realidad, en el método de cálculo, no calcularon las tasas arancelarias y sumaron las barreras no arancelarias, como dicen que hicieron. En cambio, para cada país, simplemente han tomado el déficit comercial de Estados Unidos con ese país y lo dividieron por las exportaciones del país a Estados Unidos, con un arancel mínimo del 10% si ese déficit no existe.
Si Trump bloquea la cascada de dólares que llegan desde el extranjero para comprar deuda estadounidense, la Fed podría verse obligada a sostener los flujos de capital necesarios, subiendo los tipos de interés, lo que podría llevar a una estanflación.
La relación entre el déficit comercial y el superávit financiero está ligada al concepto de balance de pagos de un país. El balance de pagos es un registro contable de todas las transacciones económicas de un país con el resto del mundo durante un periodo determinado, y está compuesto principalmente por dos cuentas: la cuenta corriente (donde se registra el comercio de bienes y servicios) y la cuenta financiera (donde se registran las inversiones, préstamos, y otras transacciones de capital).
Aquí está la clave: en el balance de pagos, el déficit comercial (que corresponde a un déficit en la cuenta corriente) siempre debe estar equilibrado por un superávit en la cuenta financiera.
Esto se debe a que, cuando un país importa más de lo que exporta (déficit comercial), debe financiar esa diferencia mediante flujos de capital del extranjero. Es decir, el dinero que se sale del país por las importaciones debe ser compensado por la entrada de capital(como inversiones extranjeras, préstamos o compra de activos financieros).
Por lo tanto, si un país tiene un déficit comercial, necesitará atraer capital extranjero para financiar ese déficit, lo que resultará en un superávit financiero (es decir, más entradas de capital de las que salen). En este sentido, el déficit comercial y el superávit financiero son dos lados de la misma moneda en el balance de pagos.
Si el déficit comercial se cierra, significa que el país ya no está importando más de lo que exporta, lo cual implica que no necesita financiar esa diferencia con flujos de capital. Como resultado, el superávit financiero también disminuirá, porque ya no se requiere tanta entrada de capital extranjero para equilibrar las transacciones internacionales.
En resumen, si el déficit comercial se cierra, el superávit financiero también se cerrará en la misma medida porque ambas cuentas están interrelacionadas dentro del balance de pagos.
Nuevo escenario
Si a principios de año reinaba el optimismo en los mercados, con una economía en buena forma y un desembarco de Trump que prometía impulsar más crecimiento vía recortes de impuestos y desregulación, apenas unos meses después, el escenario es completamente distinto. El nuevo inquilino de la Casa Blanca ha puesto como sus principales prioridades los recortes de gasto público y el proteccionismo comercial, lo que ha instalado la preocupación en los mercados, principalmente en Wall Street, y el dólar ha perdido lo ganado tras la elección del nuevo Presidente.
Los recortes de gasto han aumentado la preocupación por los recortes de empleo, no solo para los empleados del gobierno federal, sino también, potencialmente, entre millones de contratistas del sector privado empleados en el sector público.
Mientras, el uso de aranceles genera preocupación por posibles aumentos de precios que perjudiquen el poder adquisitivo de los consumidores y el temor entre las empresas de que el aumento de los costes de los insumos pueda reducir los márgenes de beneficio. Los aranceles recíprocos de gobiernos extranjeros y el boicot de los consumidores agravarían los problemas de los exportadores estadounidenses.
Sin embargo, la Reserva Federal no tiene prisa por recortar aún más los tipos. No se espera cambie en gran medida sus previsiones de diciembre y el escenario base se mantiene en dos recortes de tipos de 25 puntos básicos este año (junio y septiembre).
En definitiva, los aranceles pueden traer inflación, con ello la Fed se muestra muy cauta en cuanto al recorte de tipos; la confianza del consumidor, que ha caído a su nivel más bajo desde enero de 2021, puede lastrar el consumo interno y, por lo tanto, la demanda agregada y el crecimiento del PIB, si la Fed no recorta tipos más rápidamente debido a presiones inflacionistas, el 31% de la deuda, casi ocho billones de dólares, que tiene vencimientos a corto plazo, habría que refinanciarlos a una tasa mayor, etc.
La pregunta es, ¿le compensa a Trump, potencialmente, llevar la economía americana a una recesión, para al final, no solucionar los problemas que pretendía?
Tribuna publicada en Expansión.
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