Apagón masivo en España

Por Aurelio García del Barrio, director del Global MBA con especialización en Finanzas.

El lunes estaba previsto que las energías renovables cubrieran el 74% de todo el consumo eléctrico del país. Sólo las plantas solares iban a ocuparse de un 30% de la generación necesaria y la eólica de otro 20% más, según los registros de Red Eléctrica de España (REE).

Paradójicamente, el sistema eléctrico español amaneció el lunes con condiciones ideales, alta producción renovable, cerca del 75% generada por sol y viento, y precios históricamente bajos.

Pero quizás no era todo tan bonito … Repsol emitió una alerta 4 días antes del colapso del sistema eléctrico peninsular, advirtiendo de la inestabilidad en la red y de riesgos estructurales que, finalmente, se materializaron el 28 de abril.

La energética informó a sus grandes clientes de que, debido a una parada inesperada por problemas técnicos con el suministro eléctrico, suspendía las entregas de producto en su refinería de Cartagena hasta que la situación estuviera completamente resuelta. La comunicación, fechada el 24 de abril, detallaba que se trataba de un fuerte fallo eléctrico ajeno a la planta, de tal envergadura que obligó a activar una cláusula de fuerza mayor. ¿Debería alguien haber profundizado en esta situación tan relevante, y no lo hizo?

A pesar de esas condiciones “idílicas”, en apenas cinco segundos, se perdió un 60% de la generación y la red se desconectó automáticamente del resto de Europa para evitar una catástrofe mayor. Fue entonces cuando comenzaron los esfuerzos por reiniciar el sistema desde cero, en una operación crítica que reveló tanto la fragilidad de una red altamente tecnificada como la importancia de contar con aliados externos.

Repsol emitió una alerta 4 días antes del colapso del sistema eléctrico peninsular, advirtiendo de la inestabilidad en la red

El sistema eléctrico colapsó y España vivió un apagón masivo, y el país acabó tirando de generadores de gasóleo para que instalaciones estratégicas siguieran funcionando y se agarró a las centrales de gas y a las modestas interconexiones con Francia y con Marruecos para conseguir encenderse de nuevo. Y esto, después de que el Presidente del Gobierno asegurase en el Senado en 2022, que no iba a haber apagones de electricidad en España; la verdad es que cada vez que habla, sube el pan.

Se tuvieron que poner en funcionamiento todos los ciclos combinados, las centrales que queman gas para producir electricidad, y todas las centrales hidroeléctricas, que se encuentran con muchas reservas tras las lluvias de las últimas semanas, para conseguir ir restituyendo la estabilidad del sistema.

Marruecos, que habitualmente depende de España para completar sus crecientes necesidades de electricidad, movilizó en la tarde del lunes hasta el 38% de su capacidad de producción para enviar energía destinada a reactivar el suministro interrumpido por el apagón en el sur de la península. La Empresa Nacional de Electricidad y Agua de Marruecos (ONEE) conectó su red con España, a través de las dos líneas de enlace existentes en el estrecho de Gibraltar, después de haber recibido una solicitud de Red Eléctrica Española (REE).

España ya produce más de la mitad de la electricidad con viento, sol y agua, pero las eléctricas que operan las centrales de gas llevan años como garantes de la seguridad de suministro en el mercado español frente a la producción intermitente de las instalaciones de energías renovables, dependientes de que haya viento, sol o agua. Las centrales de gas no funcionan siempre, sólo cuando el resto de tecnologías no son suficientes para cubrir toda la demanda de electricidad.

Pero nuestro país es una isla energética. Nuestra interconexión con Francia es de tan solo 3.000 MW, fundamentalmente por las reticencias de Francia para ampliarlas, y con Marruecos lo son aún más (1.400 MW).

Nuestra interconexión con Francia es de tan solo 3.000 MW, fundamentalmente por las reticencias de Francia para ampliarlas, y con Marruecos lo son aún más (1.400 MW)

Este apagón plantea preguntas incómodas sobre la vulnerabilidad de los sistemas energéticos modernos. España, uno de los países con mayor penetración de energías renovables en Europa, ha tenido que recurrir a combustibles fósiles y a la solidaridad energética de sus vecinos para evitar un colapso prolongado. La imagen idílica de una transición ecológica exitosa contrasta con la realidad en la que el sol y el viento no fueron suficientes para sostener la red en un momento crítico. El sector de las energías renovables señala una gestión gubernamental lenta como el principal motivo de esta situación.

Y no nos podemos olvidar, en este momento, del debate de las nucleares.

Mientras España dispone de un total de siete centrales nucleares activas, con otros tantos reactores que generan 7.123 MW, Francia, mantiene en marcha 19 centrales, con 56 reactores. Esto lo convierte, con 61.370 MW anuales, en el segundo país del mundo en este apartado, justo detrás de Estados Unidos (95.835 MW). Francia es el país de la Unión Europea con más unidades nucleares. En el país galo el 70% de su electricidad es de este origen, el porcentaje más alto de todo el mundo.

Y aquí debemos plantearnos, si el plan de cierre de las centrales nucleares en España, más allá del tema ideológico que soporta el debate, y desde un punto de vista técnico, está bien diseñado y se debe llevar a cabo. El Plan General de Residuos Radiactivos (PGRR), diseñado por el Gobierno, confirma el cierre escalonado de todas las centrales nucleares españolas entre 2027 y 2035 hasta el apagón total; mientras tanto, la fiscalidad a las empresas dueñas de las centrales se ha incrementado un 71%, por lo que, para éstas, el competir se ha convertido en un arte.

Tribuna publicada en Invertia.