¿Son las normas contables las culpables de que se reconozcan tarde las pérdidas en las crisis?

Por Felipe Herranz, Director del Máster en Auditoría y Riesgos Financieros del IEB.

En la crisis de 2008, hubo un cierto consenso en considerar que el problema en el retraso y la insuficiencia[1] del reconocimiento de las pérdidas derivadas del riesgo de crédito de las inversiones por parte de las entidades, se debió a lo inadecuado de las normas contables. Por ello, tanto el IASB como el FASB acordaron[2] el cambio, para pasar del modelo de pérdida incurrida al de pérdida esperada[3].

Aunque con algunas diferencias significativas, ambos emisores de normas contables (IASB y FASB) han llevado a cabo el mencionado cambio de modelo. El primero a través del IFRS 9 y el segundo a través del ASC 326. Es de suponer que, tras ese cambio, será menos probable que se produzcan de nuevo retrasos significativos en el reconocimiento de pérdidas por riesgo de crédito.

En la crisis actual de 2023, el posible retraso en el reconocimiento de pérdidas por riesgo de mercado requiere un análisis diferente para cada una de las posibles causas de los retrasos que se han citado con anterioridad.

La respuesta depende de las opiniones que se tengan respecto al modelo de valoración de los activos financieros que ofrecen las normas contables. En general, los activos financieros representativos de instrumentos de capital (acciones), se miden en el balance por su valor de mercado (valor razonable) y las diferencias de valoración se reconocen como ingreso o gasto en la cuenta de pérdidas y ganancias.

Es opinable y discutible que el modelo vigente (el mixto) sea el más apropiado para evitar el retraso en el reconocimiento de pérdidas.

Sin embargo, para los activos financieros representativos de títulos de deuda, que son los que han afectado principalmente a SVB y otros bancos, existen tres posibles clasificaciones, teniendo cada una de ellas su propio tratamiento contable. Con pequeñas diferencias, el IASB y el FASB han regulado estos activos de renta fija, respectivamente, en el IFRS 9 y en el ASC 320. Las posibles clasificaciones son:

  • Los activos de renta fija que la empresa adquiere para negociar con ellos tienen el tratamiento similar al de las acciones. Se miden a valor razonable en el balance y sus diferencias de valoración se reconocen en pérdidas y ganancias.
  • Otro grupo viene dado por aquellos activos de renta fija que no tienen un destino preciso. Es decir, se pueden mantener hasta su vencimiento, pero también se pueden vender; lo que el IFRS 9 considera de modelo de negocio mixto y el ASC 320 denomina “disponibles para la venta”. Estos activos también deben medirse en el balance por su valor razonable, pero sus cambios de valor no se reflejan en la cuenta de pérdidas y ganancias hasta que no son vendidos.
  • Finalmente, otro grupo reúne a los activos de renta fija que la empresa tiene para cobrar sus flujos de caja contractuales y tiene la intención y capacidad de mantener hasta su vencimiento. Estos activos no se miden en balance por su valor razonable, sino que se miden por su coste amortizado[4]. Por lo tanto, para conocer cuál es su valor de mercado hay consultar la memoria (notas a los estados financieros) donde, obligatoriamente, debe reflejarse el valor de mercado de que aquellos activos financieros que en el balance no aparecen por su valor de mercado.

Este modelo mixto[5] (unos activos financieros se valoran según mercado y otros no) no es el único posible. Durante mucho tiempo, tanto el IASB como el FASB consideraron seriamente la posibilidad de que todos los instrumentos financieros se midieran de acuerdo con el mercado (full fair value model), pero finalmente se ha mantenido el modelo mixto, con sus ventajas y sus inconvenientes.

Por lo tanto, es opinable y discutible que el modelo vigente (el mixto) sea el más apropiado para evitar el retraso en el reconocimiento de pérdidas. A estos efectos, posiblemente, el modelo full fair value podría ser más apropiado. Como mínimo, en opinión del autor de estas líneas, los activos financieros de objetiva valoración y alta liquidez (como era el caso de los bonos de SVB), deberían medirse en el balance por su valor razonable[6].

La ventaja del modelo mixto, de limitar el reflejo de la volatilidad de los mercados en los estados financieros, posiblemente pesa menos que el inconveniente de impedir el reconocimiento temprano de las pérdidas en muchos casos.

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