Retos de la economía española en 2019

Por Aurelio García del Barrio, director del MBA con especialización en Finanzas.

En un panorama económico y financiero positivo a nivel global, algunas nubes se están acumulando en el horizonte y empiezan a soplar vientos en contra de la perspectiva cíclica de 2019. No se prevé una recesión importante a lo largo del próximo año, pero sí una desaceleración del crecimiento económico mundial.

Unos tipos de interés a corto plazo más elevados por los cambios de política de la Fed, el BCE y el Banco de Inglaterra en 2019 pueden poner cierta presión sobre las condiciones financieras globales.  Aunque se espera que la expansión económica continúe, la recuperación actual aún es respaldada por políticas muy flexibles en el ámbito monetario y, cada vez más, en el ámbito fiscal. Esto sugiere que aún no se ha logrado un crecimiento fuerte y autosuficiente. Es necesario que las políticas públicas se enfoquen más en políticas estructurales para promover las competencias y mejorar la productividad, con el fin de lograr un crecimiento fuerte y sostenible.

En este entorno, la economía española crecerá en 2019 un 2,2%, dos décimas menos de lo esperado anteriormente, lo que anticipa una desaceleración que ya se manifiesta en el cierre de 2018. Aun así, crecerá por encima del resto de la zona euro, que lo hará a un ritmo más lento.

Por el lado de la demanda interna, el consumo privado se rebajará a un 1,6% y el consumo público se desacelerará hasta el 1,5% en 2019. De esta forma, la demanda nacional pasará de un 2,7% en 2018 a un 2,1% en 2019. No obstante, esta reciente fortaleza de la demanda interna se verá afectada por factores como el desempleo que, aunque seguirá descendiendo, todavía es una asignatura pendiente para España.

A mayores, la tasa de ahorro parece haber alcanzado un mínimo, lo que deja poco margen para que las familias incrementen su gasto en consumo por encima de los ingresos. Aunque se tienen en cuenta el reciente acuerdo salarial y los ajustes en las pensiones, estos cambios son insuficientes para invertir la moderación del consumo.

El auge de la inversión residencial y en bienes de equipo se mantendría, fruto de la buena situación financiera de las empresas, de los bajos tipos de interés y del mantenimiento de perspectivas de demanda relativamente favorables. También se anticipa una aportación positiva del sector exterior, a medida que los mercados internacionales se recuperan.

En conjunto, permanecen las fuerzas internas que impulsaron la recuperación de España: desendeudamiento del sector privado, superávit externo, competitividad restaurada desde la óptica de los costes de producción y un sector financiero saneado. Además, bajo el supuesto de un precio del petróleo sin grandes cambios, la balanza por cuenta corriente arrojará un sólido superávit, manteniéndose como una de las claves de la expansión.

Esta expansión también se sustentará en la política monetaria acomodaticia del BCE que, pese a la retirada del programa de expansión cuantitativa, permitirá el mantenimiento de bajos tipos de interés hasta, por lo menos, el segundo semestre de 2019. Asimismo, a falta de más información sobre los Presupuestos Generales del Estado de 2019, no se prevé que la política fiscal altere la senda de crecimiento de manera significativa.

Tampoco se anticipan cambios importantes en la senda de inflación para los próximos trimestres y el déficit público será de un 2,5% del PIB en 2019.

En cuanto al contexto exterior, algunos de los principales mercados de exportación, sobre todo Italia y Reino Unido, apenas crecen y los mercados emergentes experimentan fuertes turbulencias, en especial Argentina y Turquía, afectados por crisis financieras. Este peor comportamiento de los mercados se traducirá en un menor dinamismo de las exportaciones, que crecerán en torno a un 3,9% debido a la menor demanda exterior y a los efectos adversos de la introducción de nuevas medidas proteccionistas.

En definitiva, los riesgos para este escenario proceden básicamente del exterior. Factores como la situación de los mercados emergentes, el auge del proteccionismo, el elevado nivel de endeudamiento de la economía a nivel global, las posibles burbujas que pueden existir en determinados mercados financieros o el ascenso de los populismos antieuropeos, podrían desencadenar crisis de confianza y correcciones en los mercados y trasladarse a la economía real. En tales circunstancias, el elevado nivel de nuestro déficit estructural y endeudamiento público no dejarían margen para desarrollar una política fiscal anticíclica.

No obstante, no parece que el cambio de tendencia de estos factores favorables nos conduzca a un nuevo episodio de recesión en 2019, sino a una desaceleración del crecimiento. Aunque esa dinámica de crecimiento no parece en peligro, las amenazas a nuestra economía tienen más que ver con la falta de cambios y reformas que nos ayuden a enfrentar el futuro, especialmente para 2020.

En conclusión, las principales amenazas para nuestro futuro inmediato son los efectos de la precariedad laboral, los riesgos de exclusión social, el volumen de deuda pública en un entorno de tipos más altos, la concentración de nuestra actividad en sectores de baja productividad y reducida competitividad y la debilidad de la I+D, por lo que éstas deberían ser las claves de nuestra agenda económica.

 

Tribuna publicada en el blog del IEB en EFE