Joaquín Danvila es profesor del MBA con especialización en Finanzas del IEB.
Días convulsos en los mercados y alarma generalizada en lo relativo al petróleo. Los coletazos del coronavirus de Wuhan en la economía global están generando estragos en una economía mundial que ya se movía en fase de ralentización.
El inicio de año ya prometía: el precio del petróleo ya bajaba cuando entró en acción el efecto del coronavirus que está desestabilizando a más de un sector. En todo ello, la bajada del consumo ha reabierto un pulso existente desde hace tiempo entre los países históricos de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), liderados por Arabia Saudí y una Rusia que aprovecha cada momento que puede para mostrar su fuerza y exhibir su posición económica.
Hace menos de una semana, desde la OPEP se anunciaba un recorte de la producción para asegurar el mantenimiento de precios, pero Rusia ha vuelto a mostrar una posición discordante, negándose a reducir la producción por argumentar que no es necesario.
Es sin duda un pulso en uno de los mercados con mayor influencia macroeconómica. Un sector, como es el del petróleo, que puede perfectamente servirnos de referencia respecto a las tendencias de mercado y que sin duda enciende la mecha de la volatilidad en muchos más sectores.
Las eléctricas, las compañías energéticas en general e incluso los Gobiernos sufren por el efecto cascada en los mercados, tan influidos industrialmente por el precio del petróleo como sensibles a las luchas económicas entre grandes países.
Y es que esta situación no va de petróleo: nos estamos jugando la inestabilidad de los mercados en general. Organizaciones como la OPEP lo temían y propusieron un aumento del recorte previsto en la producción, pero en este caso, ha sido curiosamente Rusia la que ha roto la baraja y se ha mostrado partidaria de no aumentar los recortes, quizás porque puede o quizás porque ve en este movimiento la posibilidad para erigirse como pieza clave en las decisiones dentro de la economía mundial, luchando en este caso con economías como la de Arabia Saudí, tremendamente dependiente del precio del crudo.
Ante esta situación, Riad no se ha hecho esperar y ha confirmado que renunciará a los recortes previstos e incluso se intuye una posible amenaza de aumentar la producción, lo cual tendría un efecto devastador en los precios del crudo en los próximos días, pudiendo reducirse aún hasta un 15% adicional a la caída actual acumulada.
En definitiva, un nuevo pulso entre países, con un protagonista cada vez más habitual, Rusia. Y lo que parece una disputa sobre precios y producción, puede llevarse al entorno de la innovación con sus consiguientes impactos, ya que la situación generada entre Arabia Saudí y Rusia tiene de fondo un enorme impacto en Estados Unidos.
Recordemos que el país norteamericano utiliza muy mayoritariamente el shale oil o petróleo de esquisto, que se extrae de las rocas bituminosas. Precisamente, en los últimos tiempos las mejoras en la tecnología han impulsado este tipo de técnica, llevando a EE UU a aumentar la capacidad de producción.
El petróleo de esquisto no es nuevo, pero la innovación en su extracción, así como la posibilidad de hacerlo, ha colocado al país como líder de esta mecánica industrial, con grandes recursos asignados a una técnica que lleva años existiendo pero que puede verse tremendamente afectada por esta guerra de precios.
Y es que ante la posibilidad de que EE UU incremente su producción, y tras la decisión de Rusia de no atenerse a las propuestas de recortes de producción acordadas en la OPEP la semana pasada, tenemos a la vista que Arabia Saudí ha decidido romper también la baraja, por lo que todo apunta a que no habrá reducción excesiva de la producción como se preveía… y el petróleo podría seguir cayendo de una manera no vista aún en las últimas tres décadas.
Podrá ser la dependencia de toda la economía saudí la que acabe por no aguantar el reto, podrá ser la propia Rusia –aunque no lo parece– la que vuelva atrás en semanas y suavice su propuesta de seguir aumentando la producción… o será el sistema productivo de Estados Unidos el que no pueda soportar la enorme caída de precios.
El caso es que por un lado se jugará la liga de las economías de país, mientras que por otro estarán los efectos que dejarán en el resto de economías, que siguen estando afectadas por un coronavirus aún sin controlar y que ven alterados sus mercados a un nivel extraordinario.
La previsión del mercado, hasta que el coronavirus esté controlado, seguirá siendo de volatilidad imperante; el petróleo ha encendido la mecha, pero las previsiones de ralentización económica en las que ya estábamos, junto con la lucha iniciada por la producción y el precio del petróleo, son la pólvora que podrá meter enorme impacto en los mercados y, por supuesto, en la economía real.
Noticia publicada en Cinco Días.
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