Descarbonización de las carteras: mercado CO2

oro verde cambio climático

Por Jaime Silos, profesor del Programa Directivo Finanzas para la Sostenibilidad y el Cambio Climático.

Últimamente se habla mucho de “descarbonizar la economía”. ¿Qué impacto puede tener esto desde el punto de vista inversor?

Durante las próximas décadas vamos a ser testigos de un proceso de transformación de alcance sistémico como es la transición a una economía baja en carbono. En el epicentro de este cambio de paradigma está nuestro sistema energético. En la actualidad disponemos del triple de reservas de combustibles fósiles de las que podemos quemar para ser consistentes con un escenario de incremento de temperaturas por debajo de los +2ºC grados centígrados.

Por ello, debemos ser capaces de rotar nuestros activos energéticos hacia tecnologías de nulo o mínimo impacto en la generación de dióxido de carbono. Esto generará grandes ganadores y perdedores en este proceso, aunque identificar exactamente qué compañías y de qué manera es, hoy por hoy, difícil de anticipar. Existen un gran número de incógnitas que implican riesgos para los inversores. Por ejemplo, el futuro de la regulación en materia climática, el riesgo tecnológico puede desplazar muchas formas de producción de energía, la correcta sincronización respecto de este cambio, entre otros. Todo ello, en mi opinión, va a suponer una gran fuente de volatilidad en las carteras durante la próxima década. Los inversores, deben estar preparados.

¿Están los mercados preparados para navegar una transición a una economía baja en carbono?

Los riesgos vinculados al cambio climático y a esa transición son particularmente difíciles de gestionar ya que la variabilidad de escenarios posibles es prácticamente infinita. Sin embargo, los inversores llevan más de una década empapándose de ciencia climática y modelizando variables para una adecuada toma de decisiones de inversión. El esfuerzo de los inversores pioneros en transición climática se cristaliza en dos ámbitos. Por una parte, la generación de plataformas que promueven la transparencia y el conocimiento en materia climática.

Por poner un ejemplo, el Compromiso de Montreal es un pacto promovido por inversores en colaboración con los Principios de Inversión Responsable de las Naciones Unidas (UNPRI), en el que participan más de 120 inversores con activos superiores a los 10 trillones de dólares, a través a de la cual se comprometen a integrar y reportar el factor climático en su toma de decisiones de inversión. Por otra parte, se han creado herramientas específicas para gestionar y cubrir algunas de las manifestaciones del cambio climático y del riesgo de transición que ayudan a monitorizar y a mitigar estos riesgos desde el punto de vista del mercado de capitales.

¿Cuáles son esas herramientas que permitan implementar esta descarbonización en las carteras?

Existen diversas herramientas que pueden ayudar a un inversor a contener su exposición al riesgo climático. Por una parte, los índices bajos en carbono tratan de replicar un determinado benchmark desde el punto de vista de exposición a mercado, pero reduciendo las emisiones de la cartera. Por ejemplo, el índice MSCI World Low Carbon Target, replica el MSCI World pero su objetivo es minimizar la huella de carbono de la cartera sujeto a determinados objetivos de tracking error.

Este índice actúa como subyacente de instrumentos pasivos como ETFs y otros vehículos indexados. Desde el punto de vista de gestión activa, por su parte, encontramos estrategias que tratan de minimizar el WACI (Weighted Average Carbon Intensity). El WACI es un ratio que pone en relación las toneladas de CO2 emitidas por cada millón de dólares de facturación de un portfolio. De esta manera podemos valorar el impacto climático junto con la originación de cash flow de los activos en los que invertimos.

Si reducimos la exposición a sectores y empresas con alto impacto ¿esta descarbonización de las carteras puede comprometer la rentabilidad de las mismas?

En primer lugar, me gustaría distinguir dos ideas que suenan parecido, pero son bien distintas. La desinversión de combustibles fósiles, por una parte, y la descarbonización de las carteras, por otra. La primera es más radical y, probablemente, inconsistente con nuestro mix energético actual. La segunda, lo que trata de hacer es reducir el riesgo de carbono de las carteras a través de infraponderar sectores y compañías intensivos en carbono y sobreponderar aquellos con menor impacto climático. Visto así, descarbonizar una cartera, no tiene porqué comprometer los retornos.

El ejemplo más evidente es el índice MSCI World Low Carbon Target, cuyo histórico refleja una evolución ligeramente positiva desde el punto de vista de retorno y claramente mejor desde el punto de vista de riesgo. Esto tiene sentido. El sector de la energía pesa un 6,11% del índice MSCI World. Es en este sector donde tenemos una mayor concentración de emisiones, y permite diversificar este riesgo con relativa facilidad. Pensar en términos de WACI permite construir carteras con las mismas expectativas de retorno del mercado, pero con una reducción significativa de emisiones. En mi opinión, descarbonizarse es fácil para un inversor que se lo proponga.

 

Tribuna publicada en EFE Empresas