¿Qué tienen que ver los ‘Jeans’ y el TLCAN?

Por Miguel Ángel Bernal Alonso, Profesor y coordinador del Departamento de Investigación del IEB.

¿Se imaginan a los Estados Unidos sin pantalones vaqueros, sí, sin los jeans? La verdad es que parece imposible que un icono de aquel país pueda desaparecer del armario de los americanos, sin embargo la pregunta tiene toda la intención del mundo. Aunque sea muy exagerado lo de desaparecer, sí es cierto que la venta de los archiconocidos pantalones en EEUU, especialmente en su precio, puede suponer un auténtico quebradero de cabeza para la administración Trump.

Esta semana ha comenzado la renegociación del  Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Las negociaciones son a tres bandas: Canadá, EEUU y México. Se trata de revisar un acuerdo que tiene ya muchos años entre los tres países y que en algunos casos, como las telecomunicaciones, era totalmente necesario. Sin embargo, el asunto hubiera pasado más o menos desapercibido de no mediar Donald Trump y su ideario.

El tratado actual que entró en vigor en 1994 sustenta un comercio bilateral entre México y Estado Unidos de 531.000 millones. Algunas fuentes aseguran que la economía mexicana se mueve al ritmo del TLCAN. En efecto, así parece si tenemos en cuenta que México sólo cuenta con reservas de gasolina estratégicas para hacer frente al suministro de dos días. También que un país como el azteca depende enormemente de la importación del maíz o la leche americana o que México no tiene suficientes granjas avícolas para suministrar su mercado interior de huevos, los cuales importa mayoritariamente de su vecino del norte.

La administración Trump es conocedora de las presiones que puede ejercer sobre su vecino. Ante esa aparente fortaleza y en base a su ideario, aquel que le llevó a la presidencia, ha propuesto varias medidas que México no está, aparentemente, en disposición de aceptar.

El primero que México, no sólo no puede aceptar, sino ni siquiera podría llevarlo a cabo es el relacionado con las demandas laborales de la administración Trump. Es imposible aplicar medidas como: salario mínimo, prestaciones de salud y diferentes complementos, pues dos de cada tres empleos mexicanos están en la economía sumergida. Evidentemente la intención de Trump es muy clara, intenta elevar los salarios de los trabajadores mexicanos para compensar la desventaja de los americanos. Sin embargo eso le haría perder buena parte de su ventaja a México. Para hacernos una idea, General Motors paga entre 8-10 dólares a los trabajadores de sus plantas en México, al otro lado de la frontera el salario por hora asciende a 58 dólares. Si México hiciese un esfuerzo en ajustar la brecha salarial sería un suicidio, cabe recordar que EEUU tiene acuerdos con otros países donde los salarios son equiparables a los mejicanos.

Tremendamente complicado y desde el punto de vista económico, inaceptable es el de la paridad de las tres monedas y quien la determina. La administración americana propone, para no manipular el tipo de cambio y ganar artificialmente competitividad, crear un mecanismo para establecer los tipos de cambio. En la práctica es dejar que sea la Fed quien determine el cambio del peso frente al dólar. No hace falta decirle a un europeo lo que eso supone, máxime cuando no hay ningún mecanismo de integración, compensación, política monetaria, bancaria. Económicamente es imposible que México asuma ese punto, máxime llevando a cabo una subida laboral como la que he comentado anteriormente.

En algunos casos México contará con la ayuda del tercer país, Canadá. Es el caso del controvertido artículo que señala que los empresarios de cada uno de los tres países pueden solicitar la creación de foros de arbitraje o paneles binacionales cuando aprecien prácticas como dumping o cuotas empresariales; es decir práctica desleales. En este caso Trump quiere suprimir ese artículo y que sean los tribunales nacionales quienes resuelvan los conflictos. Como decía en este punto, México cuenta con
la ayuda de Canadá.

Otro punto tremendamente polémico es el de los aranceles. Como en la práctica totalidad de los acuerdos comerciales el tratado recoge la posibilidad de que cada país ponga aranceles o cualquier otra carga fiscal a productos de terceros países, pero nunca a los de aquellos que integran el tratado. La idea de Trump, sin embargo, es eliminar precisamente la excepción, es decir, que también cada uno de los tres países puedan imponer aranceles a los productos de los países integrantes. Aquí la controversia es enorme y en la práctica es dinamitar un tratado de libre comercio y sustituirlo por un marco de voluntades. Cómo será la polémica sobre el asunto que hasta muchas compañías y organizaciones empresariales americanas rechazan de plano la propuesta.

El presidente norteamericano ha criticado duramente a México, alguna de sus perlas fue decir que es el segundo país más violento del mundo después de Siria. Por supuesto recordarán la famosa valla fronteriza, además de que su coste lo pagarían los mejicanos y no los estadounidenses. La valoración de los votantes norteamericanos sobre su actual presidente se ha desplomado escandalosamente, le persiguen una serie de problemas legales, sospechas de apoyos rusos, declaraciones más que subidas de tono. A Trump cada vez le quedan menos balas para remontar la enorme caída de popularidad, donde ya comienza a extenderse no sólo en su partido, sino también entre sus propios votantes, por tanto cuidado con esta negociación, atención a la renegociación.

 

Tribuna publicada en El Economista